lunes, 8 de diciembre de 2014

“LOS HOMBRES NO SON NIÑOS, NI MUJERES, NI HOMOSEXUALES”

MASCULINIDAD/ES

En los años 90 emergieron con fuerza los estudios sobre la masculinidad, fundamentales como referente de este trabajo. Entre los autores más destacados, R. W. Connell merece una especial atención por su teorización de la masculinidad hegemónica (1995). Con este concepto Connell fragmentó la categoría «hombre» y mostró que los hombres formulan elecciones discursivas particulares a partir de un inventario cultural disponible y aceptable de comportamientos masculinos.
La masculinidad —«la forma aceptada de ser de un varón adulto en una sociedad concreta» — se define fundamentalmente en términos negativos (los hombres no son niños, ni mujeres, ni homosexuales): la identidad masculina se ha construido principalmente como rechazo de la feminidad y de los valores que la configuran estereotipadamente. La masculinidad es a la vez un lugar de relaciones de género, el conjunto de prácticas a través de las cuales los hombres y las mujeres se sitúan a sí mismos en relación con el género, y los efectos de dichas prácticas en las experiencias corporales, en la personalidad y la cultura.
Interseccionadas por el poder, la producción y la emoción, las masculinidades son múltiples y relacionales. No obstante, con frecuencia se habla de una «identidad masculina» —presentada de forma esencialista, reduccionista y universalizadora— que en realidad se refiere a una «masculinidad hegemónica» que persigue la reproducción del patriarcado a partir del repudio de lo femenino, que se mide a través del poder, el éxito económico, y la posición social y que tiene en el control de las emociones, la osadía y la agresividad sus atributos. Una masculinidad difícil de alcanzar, como Goffman anticipaba en los años 60:
Según el consenso general, en Estados Unidos, el único hombre que no tiene que avergonzarse de nada es un joven casado, padre de familia, blanco, urbano, norteño, heterosexual, protestante, que recibió educación superior, tiene un buen empleo, aspecto, peso y altura adecuados y un reciente triunfo en los deportes… todo hombre que no consiga llenar cualquiera de estos requisitos se considerará probablemente —por lo menos en algunos momentos— indigno, incompleto e inferior (Goffman 1968).
Entre los autores que profundizan en el concepto de masculinidad hegemónica destacan Demetriou y el propio Connell, Demetriou introduce un grado mayor de complejidad en el término considerando, desde un análisis basado en Gramsci y Bhabha, que «la masculinidad hegemónica no es solo una configuración blanca o heterosexual de las prácticas sino un bloque híbrido que vincula prácticas de diversas masculinidades para asegurar la reproducción del patriarcado».
El proceso de formación de los bloques de hibridación opera, según Bhabha, más mediante la negociación que mediante la negación, es decir, mediante intentos de articular, apropiarse e incorporar (más que negar, marginar o eliminar) elementos distintos o aparentemente opuestos (pragmatismo dialéctico). Esta misma idea de hibridación aparece en el texto de Connell donde afirma que la masculinidad hegemónica no es un patrón unitario, sino un bloque histórico donde se entrelazan muchos patrones, siendo esa hibridación —resultado de un proceso constante de negociación, traducción y reconfiguración— la mejor estrategia para conseguir la hegemonía externa. Estos procesos de negociación, traducción y reconfiguración tienen lugar tanto intergéneros como intragéneros, siendo la sexualidad un elemento fundamental en la constitución de los bloques y la performación del género un elemento de suma importancia, como veremos.
Aunque el cuerpo está aquí oculto, no existen ni género ni sexualidad fuera del cuerpo: por tanto el cuerpo, como el género y la sexualidad, tiene también un papel predominante en la conformación de esos bloques híbridos e históricos. Si nuestra comprensión del género informa la sexualidad y la sexualidad confirma nuestro género ambos existen en y desde nuestros cuerpos.
Begonya Enguix
Universitat Oberta de Catalunya. Barcelona
Fotografias: Joakim Christoffersson

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