lunes, 8 de diciembre de 2014

CUANDO LA CUALIDAD SE CONVIERTE EN CANTIDAD

EL PARADIGMA “NEURO” Y EL PARADIGMA “PSÍQUICO”
La cifra, el número, domina hoy sobre todo. Hoy la ciencia y su lenguaje, el lenguaje de las matemáticas, se ha apoderado de toda reflexión sobre el sujeto, así como lo ha hecho de la ciencia de la vida: la biología. Y por ese camino se ha llegado a la matematización, si se puede decir así, del órgano más importante del viviente: el cerebro.
Aquí se introduce un problema epistemológico duro, fuerte, que tiene que ver con la constitución de la psicología como discurso científico. Sabemos que la «ideología» es el saber precientífico, es el conocimiento aparente de las cosas y desconocimiento de la estructura que produce la apariencia. La ideología es importante porque es un momento previo a la construcción de una «teoría científica». También sabemos que se denomina «ruptura epistemológica» −concepto del filósofo Gaston Bachelard− al corte entre el saber ideológico y el conocimiento científico. La ciencia se alza contra la ideología y para ser reconocida deberá desalojar a la ideología, lo cual no es siempre fácil.
Con los elementos anteriores podemos pasar a preguntarnos cuál es el objeto de la psicología, y ver si ese objeto-concepto producido es el resultado de una práctica empirista, intuicionista ó teórica, y si ha llegado a desarrollar una ruptura epistemológica que la eleve al estatuto de ciencia. ¿Cuál objeto escoger como verdaderamente científico y no ideológico para la psicología?
Son tantos los objetos de la psicología que se puede decir que ella consiste en cualquiera de las definiciones que un autor desee aplicarle, y en efecto, pareciera ser que cada autor decide cuál es el objeto de la psicología dependiendo de su propio criterio. Pero se puede decir que básicamente son dos los objetos mejor definidos dentro de la psicología: La conciencia y la conducta. El problema es que «la conciencia» es un término heredado de la filosofía desde los tiempos de Platón, cuando se inició el famoso dualismo entre el cuerpo y el alma. La psicología de la conciencia es heredada de todo un proceso de reflexiones filosóficas que duraron siglos. La psicología de la conciencia se dedicó a la descripción y el análisis de sus contenidos, y a las cuales se le reconocen unas
funciones: sensación, percepción, atención, memoria, pensamiento, juicio, emoción, sentimiento, voluntad, etc.
Con respecto a la «conducta» podemos decir que el conductismo, creado por Jhon B. Watson, quien a su vez se basó en los estudios de Pavlov, tiene como objetivo la predicción y el control de la conducta. Su método es la experimentación, heredado de las Ciencias Naturales. Él define a la conducta como las respuestas de un organismo a los cambios del medio ambiente. Organismo es cualquier ser viviente. Esto lleva a que se creen confusiones entre la psicología de la conducta y la Biología, de tal modo que el conductismo terminaría siendo una rama de la Biología. El conductismo asevera que la finalidad de la conducta es la adaptación a un medio; así la psicología queda incluida en el proyecto adaptacionista.
¿Se puede decir de la psicología de la conciencia y del conductismo que son discursos científicos a cabalidad? Los objetos de estudio en ambos son heredados de la filosofía y la biología respectivamente, o sea que no tienen un objeto de estudio específico. Ellos tampoco son el resultado de una ruptura epistemológica respecto a una ideología, es decir, que son representaciones ideológicas de la realidad tal como aparece a nuestra intuición y nuestros sentidos. Estas psicologías son, entonces, epistemológicamente hablando, ideologías.
Con la matematización del cerebro, el cognitivismo se puede plantear, entonces, como una ideología. En efecto, “el cognitivismo se desarrolla como una filosofía de la neurobiología” (Miller, 2008); su objeto de estudio es heredado de
las ciencias de la vida; es lo que hemos podido observar en los últimos treinta años: cómo la psicología se adueñó de la biología. La psicología se ha deslizado hacia la neurobiología y hace de ella el garante del psiquismo, es decir, que hace del cerebro el responsable real de la existencia del psiquismo. Y eso apoyándose en el acceso directo que los neurólogos tienen de actividad cerebral gracias a la resonancia magnética. “Entonces, el primer postulado, el primer axioma (de la neuropsicología), es que el psiquismo es cerebral.” (Miller).
La resonancia magnética le permite al neuropsicólogo observar el “comportamiento” del cerebro en, por ejemplo, fenómenos como el amor. Gracias a la resonancia se observa qué áreas del cerebro se activan cuando un sujeto está enamorado. Entonces, en esta “bioquímica del amor”, la psicología del amor se reduce a la activación de una serie de sustancias químicas como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina, los cuales sirven como transmisores cerebrales. El amor es reducido por los neuropsicólogos a la presencia o ausencia de estas sustancias: si hay presencia de testosterona, dopamina y noradrenalina, entonces se está enamorado. Y si en lugar de amor hay amistad, se debe a la presencia de componentes químicos como la vasopresina, la oxitocina −de la cual dependen los vínculos: es la teoría del vínculo reducida a una base fisiológica− y las endorfinas. La atracción sexual dependerá de las feromonas y si la testosterona está muy alta, entonces habrá violencia intrafamiliar.
Aquí estamos en presencia de dos paradigmas diferentes y opuestos: el paradigma “neuro” busca las causas del comportamiento en el quimismo cerebral y los genes, es decir, en el organismo, mientras que el psicoanálisis, busca la causa del comportamiento en el psiquismo del sujeto, pero, ¿acaso el psiquismo se reduce al organismo? Para los primeros, un sujeto se enamora por la activación de una serie de sustancias químicas como la dopamina, la serotonina, la noradrenalina y la feniletinamina. Para los segundos −y esto es lo que hace la diferencia entre un paradigma y otro−, cuando el sujeto se enamora, ¡esto afecta el quimismo del cerebro!
Digámoslo de otra manera: para el paradigma neuropsicológico, la causa esta en el organismo −en la arquitectura cerebral, por ejemplo− y es el organismo el que determina el psiquismo; para el paradigma psicoanalítico, la causa está en el sujeto, en el psiquismo, y es el psiquismo el que afecta al organismo. Es el sujeto el que se sonroja diciendo o haciendo algo que le causa vergüenza, y no es porque se dilaten los vasos capilares de la piel de la cara que el sujeto sienta vergüenza. ¿Dónde localizan entonces los neuropsicólogos al sentimiento de la vergüenza? ¿En el área frontal que se activa cuando el sujeto experimenta este sentimiento? ¿Responde entonces la vergüenza al quimismo del cerebro o a algún gen, el gen de la vergüenza? ¿O es acaso el sujeto el que activa el cerebro?
Ahora bien, es verdad que si la serotonina está muy baja en tu organismo, el sujeto se va a sentir deprimido; se trata aquí de una depresión endógena, es decir, con una causalidad orgánica. Hay trastornos psíquicos que tienen como
causa un desequilibrio neuroquímico, así como una intoxicación por sustancias psicoactivas puede causar alucinaciones y delirios. La anfetaminas producen un estado de manía, que luego termina en una baja del ánimo, pasando el sujeto de la euforia a la depresión, estados inducidos por la sustancia psicoactiva. Esto no hay que desconocerlo, el psicoanálisis no desconoce al organismo y su funcionamiento, como tampoco desconoce la utilidad de los medicamentos en algunos casos. Por supuesto que se pueden aumentar los porcentajes de dopamina o bajar el de la serotonina, en un deseo de dominio del organismo.
Pero, reducir los trastornos del sujeto o el malestar psíquico a lo orgánico, es un craso error. También es verdad que el cognitivismo le aporta a la neurobiología y a la observación de imágenes, cuestiones psicológicas. “A saber: ¿qué pasa en el cerebro? ¿Qué es observable en la imaginería cuando hay transmisión de informaciones? ¿Cuándo hay conocimiento? ¿Cuándo hay emoción? ¿Qué se ve cuando hay tristeza? ¿Qué se ve cuando hay alegría? ¿Qué se ve cuando hay decisión? ¿Qué se ve cuando hay palabra y escucha, escritura y lectura?” (Miller, 2008). Gracias a esa observación los neuropsicólogos recolectan gran cantidad de hechos de observación, a partir de los cuales el cognitivismo infierne procesos mentales que estarían causando los comportamientos del sujeto y que darían cuenta de las observaciones hechas en las resonancias magnéticas, las cuales se ha constituido en la herramienta esencial de las investigaciones de estos behavioristas. Es lo que Miller (2008) denomina «imaginería magnética», que muestra claramente la explotación que hace el cognitivismo de los métodos de la biología. Se observan, entonces, cuales son las neuronas y las zonas cerebrales que están activas en el sujeto en determinados momentos, y porque se constata una correlación entre unos y otros, se piensa que se está más cerca de los mecanismos del pensamiento.
Como bien dice Miller, “la psicología ha pasado, aquí, de la observación de comportamientos a la observación de las neuronas”, legitimando así la reducción de la realidad humana al cerebro, es decir, “que el hombre es esencialmente un cerebro, y que el cerebro es una máquina para tratar la información.” Es darle un estatuto de objetividad a la subjetividad a través de esa imaginería cerebral. Dicha observación responde, a su vez, a ese nuevo ideal contemporáneo del positivosmo y el discurso científico de cuantificar todo lo humano.
Otro aspecto importante que se observa en este paradigma neuropsicológico, es que la estadística se constituye en la verdad; es la reducción de la verdad a la cifra, a la estadística. Toda la investigación neuropsicológica se presenta en cifras, y las cifras, es decir, el número de casos en los que se observa cierta actividad cerebral, dan cuenta de la misma. Todo se vuelve cantidad, incluso la cualidad. ¿Cómo cuantificar la tristeza, la alegría o el amor? Este es un punto de vista, como lo señala claramente Miller, radicalmente opuesto al de la clínica psicoanalítica, que toma los sujetos uno por uno. Como también es opuesto el abordaje del síntoma por parte de ambos paradigmas: mientras que para las neurociencias el síntoma es médico, es decir, observable, el síntoma en el psicoanálisis no es objetivo, no se puede observar desde el exterior.
¿Este tratamiento de las personas como máquinas acaso será aceptado por los sujetos? Este era el sueño de Skinner, fundador del conductismo, quien escribió una novela titulada Walden Two (1948), en la que plantea la utopía de una comunidad regida por principios conductistas, obra calificada como “siniestra” por el New York Times de esa época, y que manifiesta ese deseo de control y de dominio de Skinner. Él afirmaba que “la libertad es un lujo, un riesgo, que la sociedad no puede permitirse”. El problema es que hoy esa afirmación, en esta época del ciframiento y de la biología molecular, tiene el respaldo científico para llevarse a cabo.

Hernando Alberto Bernal 
Psicoanalista 
Docente−investigador de la FUNLAM


Articulo completo:  http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/poiesis/article/viewFile/290/279
Ilustraciones: Boris Pelcer

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