miércoles, 7 de enero de 2015

LENGUAJE VS ENTENDIMIENTO

SUJETO, SUBJETIVIDAD E INTERPRETACIÓN 


Las filosofías del diálogo tienen sin lugar a dudas un lugar cimero en las llamadas filosofías del sujeto que en torno al campo del subjetivismo y la subjetividad, junto a la psicología, la antropología y la fenomenología se ocupan de la experiencia del sujeto reflexivo en la construcción de su sí mismo y en el papel de sus umbrales de verdad y moralidad a partir del entendimiento que tiene sobre los eventos del mundo. Por eso, en este apartado comentaremos brevemente los aspectos más relevantes de las mismas.
Leonardo Polo (1996) señala que en los procesos de construcción de la subjetividad el reconocimiento de nuestra individualidad no puede darse sin la presencia de los otros seres humanos y las cosas del mundo real, lo que significa que sólo podemos percibir nuestro sí mismo si estamos conscientes de que somos distintos a lo/s otro/s. Esto a su vez implica comprender el carácter individual de nuestras experiencias y al mismo tiempo el carácter subjetivo e intersubjetivo de la verdad y la percepción de la realidad. Por ello, afirmamos, la construcción de la subjetividad resulta siempre un proceso inacabado y atravesado por la interpretación y el sentido, que cancela la idea de la razón monolítica del sujeto cartesiano dando paso a un sujeto más flexible, unas veces desamparado y débil; otras veces un poco más fuerte y libre en sus decisiones e interpretaciones.
La primera postura la representa Michel Foucault, quien inspirado en los postulados del psicoanálisis y el estructuralismo, describe un sujeto extremadamente débil, sujetado y sometido al discurso dominante, en tanto lo entiende como discurso resultante de la imposición de formas externas del poder ya que para el filósofo francés el discurso no es sólo producción de verdad, sino también mecanismo de acumulación, circulación y funcionamiento de la verdad. En el otro extremo está Habermas y su Teoría de la Acción Comunicativa (TAC) que parte de la posibilidad moral del individuo para construir discursiva y racionalmente una situación ideal de discurso. Como se puede notar, debajo de esta premisa subyace la creencia, opuesta a la de Foucault, que el sujeto es libre, es decir, que tiene capacidad racional y crítica para construir un mundo de vida y escapar así a la colonización que ejercen sobre él los sistemas económicos, políticos y administrativos. Por ello, a la relación opresiva y represiva del lenguaje (propia de Foucault, Nietzsche y Freud) Habermas opone el lenguaje como entendimiento.
En ese sentido, si bien Foucault hace del poder, como Freud del inconsciente, una instancia constitutiva e inaprensible del sujeto, a la que el sujeto sucumbe y queda atado de manera irremediable, Habermas desestima el peso de las relaciones de poder en las interacciones comunicativas y reduce la comunicación a una cuestión de eficacia y buena voluntad. En ambos casos, se sitúa al sujeto fuera de los escenarios reales de relación por lo que se hace imprescindible acudir a posturas intermedias que puedan dar cuenta de los factores que condicionan la interacción del sujeto con el otro, y al mismo tiempo que considere la acción del individuo en la construcción de sus relaciones con el otro y el mundo. Para ello proponemos abrirnos paso mediante la revisión de algunas posturas afines a la hermenéutica crítica, misma que tiene sus antecedentes en Heidegger con su obra El ser y el tiempo (1927) y posteriormente con Gadamer, con Verdad y Método (1960), aunque es el primero el que se encarga de desmitificar el problema de la verdad, trasladando con ello la tarea de la filosofía al lenguaje.
En Heidegger, la concepción del ser atado al lenguaje no sólo hace loable la idea de que el sujeto se construye a través de la historia, sino que lo despoja al mismo tiempo de la robustez propia de la tradición metafísica, debilitándolo y tornándolo efímero y cambiante porque el lenguaje si bien se muestra como “la casa del ser”, es al mismo tiempo lo que lo conecta a la historia. Y es que para Heidegger (2009), el ser es un ser ahí, un ser que acontece en la historia y la cultura en tanto éstas hacen posible la experiencia del ser en un mundo ya dado.
Por su parte Gadamer (2004), sienta las bases para comprender la idea de verdad y el sentido que tiene ésta para la filosofía contemporánea y la hermenéutica como método de interpretación que permite situar los umbrales o zonas de la verdad. Discípulo de Heidegger, Gadamer hereda de su maestro la idea de que la comprensión es un modo de ser del sujeto (idea radicalizada por Ricoeur en obras tales como Tiempo y Narración, 1995 y Sí mismo como otro, 1996), que anclada en que lo que Gadamer (2004) llama “estructuras del comprender”, permite validar los límites de una verdad ligada indefectiblemente a la existencia del sujeto, a su experiencia y a su historicidad.
En ese mismo sentido, Paul Ricoeur, al reconocer el peso de los locus de poder en la interpretación del hombre sobre su propia existencia, afirma el carácter mediado (por el lenguaje) de la autocomprensión a través de los textos, símbolos y signos que configuran la existencia y que condicionan la interpretación que hacemos de ella. La autocomprensión, dice Ricoeur, coincide en última instancia con la interpretación de esas mediaciones (Ricoeur, 2001),  de lo que se deriva que el lenguaje es un intermediario en la aprehensión de la conciencia de sí (Ricoeur, 1995) y la mimesis en tanto proceso de representación/interpretación del mundo, una praxis lingüística (narración) que resulta una especie de reunión de lo histórico con lo nuevo. Con este planteamiento, el autor desestima la idea cartesiana de la existencia como conciencia ajena a toda mediación lingüística, y pondera el papel del lenguaje en los procesos de representación por medio de los cuales se efectúa el cúmulo de los actos narrativos del sujeto a lo largo de su vida.
Así las cosas, en el entendido que el lenguaje es, más que un descriptor de realidades, un modelador de las mismas, afirmamos entonces que cuando el lenguaje da forma al mundo, lo modifica, haciendo “encajar” al mundo en el lenguaje. Ello significa que la experiencia individual y social está atravesada, además de por las mediaciones propias del sistema de percepción humano, por las del lenguaje que deviene, en tanto experiencia de sentido compartida, escenario intersubjetivo de intercambio de información significante entre el hombre y su entorno. En ese sentido, si tenemos en cuenta que no es posible pensar más allá de lo que el lenguaje es capaz de describir o significar, contrariamente a lo que se piensa, debemos afirmar junto con Vigotsky que el lenguaje antecede al pensamiento, y como el lenguaje no puede desvincularse del contexto que le da origen ni de otras prácticas discursivas desde las que también adquiere sentido, el intercambio material de señales y significaciones fruto del lenguaje forma parte de lo humano en tanto resulta básico para comprender la trayectoria del devenir biológico del individuo y su desempeño adaptativo al ambiente que es lo que lo constituye en sujeto.
Por ello justamente es que Morin (1994) plantea que el sujeto es dependiente del ambiente en el que vive, y debe aprender a lidiar con él mediante un proceso de ajuste o “encaje” para garantizar así su sobrevivencia, idea que guarda relación con el concepto de cognición trabajado por Piaget (1973), para quien el conocimiento es una actividad básicamente adaptativa en la que el lenguaje juega un papel fundamental.
Pero el hombre, a nuestro juicio, no sólo opera a través del lenguaje, sino en el lenguaje mismo, de lo que se desprende como indica Maturana (1996) que el conocimiento juega un papel estructural en el acoplamiento del individuo al nicho ecológico, o resulta como plantea Von Foerster (1991) una representación dependiente de la realidad que sirve para organizar el mundo de la experiencia humana; de ahí que de acuerdo con la tesis constructivista de Von Glasersfeld (1995), entre el medio y el individuo se erijan relaciones de viabilidad que son las que operan entre la adaptación o sobrevivencia del individuo y las constricciones o limitaciones que le impone el medio a su experiencia de vida.
Como se puede apreciar, hay en el soporte de este planteamiento la idea de que el medio condiciona el pensamiento, lo que siguiendo a Berger y Luckmann (2001) en su tesis sobre el lenguaje como medio de acumulación de la experiencia colectiva histórica, social y humana, permite inferir que el lenguaje es medio de adaptación y modo de conocimiento en tanto experiencia lingüística del ser dada por medio de (y en) la interrelación con el otro por lo que no escapa a la manera en que están configuradas las relaciones sociales al interior de un ámbito histórico-social concreto. De esta manera, como se podrá notar, la experiencia del ser se instala como modo de percepción de la realidad no exento de sentido. Por ello, resulta imposible conocer sin atribuir sentido a lo percibido, por lo que el conocimiento, ligado indefectiblemente a la experiencia del sujeto, ubica a la subjetividad como experiencia cognitiva que es necesariamente también una experiencia de comunicación.
Lo anterior se debe no sólo a la presencia del lenguaje sino a la actividad de interacción que promueve el intercambio de significados mediante la interpretación, lo que contribuye a afirmar al sentido como categoría de lo intersubjetivo y también como condición de lo humano, mismo que se construye en la socialización mediante el lenguaje. No obstante ello, debemos enfatizar que el acto comunicativo que subyace en la construcción de lo humano debe ser, so pena de cancelarse, recíproco y dialógico. Como afirmara Bajtín (citado en Bubnova, 2006) no puede haber diálogo sin el otro, y esta condición existencial de lo humano remite a la relación diálogo/experiencia como una relación humana fundante en tanto la capacidad de “hablar” que es propia de lo biológico en el ser humano, se configura y despliega en relación con el otro, es decir, en la experiencia del diálogo. Es en ese sentido en el que nos permitimos afirmar que toda filosofía del sujeto que se aparte del sentido de interacción dialógica presente en lo humano cancela la posibilidad de explicar tanto lo humano como lo comunicativo. La comunicación, así concebida, es ciencia del hombre y para el hombre, y en consecuencia es el lugar para abordar las teorías del diálogo.

Vivian Romeu Aldaya
Doctora en Comunicación por la Universidad de La Habana, Cuba
Fotografías: jeroen van laarhoven

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