miércoles, 7 de enero de 2015

FETICHISMO


EL SUSTITUTO DEL AMOR

La inversión del orden regular o del sentido de la conducta sexual podría definirse como un trastorno sexual. Éste abarca la dimensión fundamental del ser humano que está basada en el sexo y que incluye el género, la identidad sexual, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva, el amor y la reproducción.  Esta irregularidad o alteración se experimenta o se expresa de diferentes maneras en los individuos y es el resultado de múltiples factores. 
Los trastornos sexuales pueden dividirse en dos grandes grupos:  El primero incluye las disfunciones sexuales que engloban problemas en la respuesta sexual humana, la cual se divide en cuatro fases: el deseo o apetito sexual, la excitación, el orgasmo y, por último, la fase de resolución.  Entre las disfunciones sexuales más comunes están la anorgasmia que es la imposibilidad de conseguir un orgasmo, la aversión sexual o rechazo al acto sexual, la dispareunia o dolor durante una relación sexual, la eyaculación precoz y tardía, la impotencia, y el vaginismo, que es un espasmo muscular involuntario que provoca gran dolor durante la penetración y hasta la imposibilidad de la misma.

El segundo grupo, donde se encuentra el objeto de estudio de este artículo, comprende las parafilias. Éstas son desviaciones sexuales donde la fuente del placer no se encuentra en la relación sexual o coito, sino en otra actividad.   Entre las parafilias más “comunes” se encuentra el fetichismo, la altocalcifilia o excitación por los zapatos con tacones altos, la coprolalia o excitación mediante el uso de palabras soeces, el  masoquismo o placer ligado al sufrimiento y dolor físico, la pedofilia o atracción hacia personas menores de edad y el sadismo o placer al provocar dolor a la pareja.  Los criterios para considerar una actividad o conducta como parafílica han variado a lo largo del tiempo.  Un ejemplo que permite comprender esta variación en los cambios de los criterios de las conductas consideradas parafílicas son la masturbación y el sexo oral, que hasta mediados del siglo XX eran considerados conductas parafílicas.

Se dice que el vocablo fetiche deriva del portugués “fetico”, que significa sortilegio o   artificio.  Este vocablo fue tomado posteriormente por el francés e inglés para referirse a objetos de hechicería como amuletos y talismanes; y por último por el castellano, con el mismo significado. En las ciencias sociales el término fue utilizado por el filósofo Karl Marx, quien expuso sobre el fetichismo de la mercancía.  Luego pasó a manos de Sigmund Freud, quien se refirió a fenómenos en los cuales el interés sexual parecía desplazarse hacia objetos que estaban vinculados indirectamente a su objeto sexual, y  fue retomado ulteriormente por el psicólogo francés Alfred Binet y por los fundadores de la sexología, quienes lo consideraban como una actitud hacia la vida sexual normal que privilegiaba una parte del cuerpo y como una perversión sexual en la que la excitación era provocada únicamente por una parte del cuerpo o un objeto. Las  perversiones sexuales son un producto artificial infiltrado a través de la educación sin que el interesado se dé cuenta de ello. 
Entonces, el fetichismo al que nos referimos en esta época y por medio del cual se pretende describir una conducta sexual anormal es una parafilia en la que se consigue la excitación sexual o erótica y el logro del orgasmo a través de un objeto o una parte del cuerpo en particular.  Es importante resaltar que el fetichismo es considerado como una práctica inofensiva a menos que produzca un grave malestar clínico o problemas a terceros, pudiendo llegar a convertirse en un trastorno psicopatológico.
Los orígenes o causas del fetichismo pueden explicarse de diferentes formas y  desde diferentes autores.  Por un lado, Sigmund Freud se refiere al fetichismo como “el sustituto del falo de la mujer, cuya existencia el niño pequeño creyó era otrora y a la cual no quiere renunciar”.  (Freud, 1905).  Así se produce la renegación, término utilizado por él para explicar la psicosis y el fetichismo.  “La renegación describe la defensa consistente en que el sujeto se rehúsa a conocer la realidad de una percepción traumatizante y principalmente la ausencia de pene en la mujer”. Explica también que las personas cuya elección de objeto está definida por un fetiche suelen reconocer esta conducta como anormal pero no la consideran un síntoma patológico.  De esta forma, estas personas se encuentran conformes con el fetiche y elogian las ventajas que éste les brinda en cuanto a su satisfacción erótica. 


Otros autores como Havelock Ellis o Krafft-Ebing, consideran que el fetichismo se encuentra en la esfera de la perversión.  Esto es porque el fetichista elige un objeto que se convierte en su único objeto sexual y le da un valor excepcional.  Lo que parece representativo de la perversión en el fetichismo es la dimensión de condición absoluta que caracteriza en la mayoría de los casos al objeto fetiche. Aunque el fetichista puede tener relaciones sexuales normales, no puede extraer un goce a menos que su compañero o compañera adopte una posición particular que obedezca al fetiche.  El deseo de una relación de acoplamiento no es el fin de la relación, sino una parte del cuerpo o un objeto material relacionado con éste.  Para el psicoanalista Moisés Lemjil, un fetichista es alguien que tiene intensas fantasías y deseos a partir del uso de objetos que para él son el centro de toda su atención.  De esta manera responde al acto sexual únicamente si tiene el objeto deseado o fetiche.

El fetichismo, según varios autores, es una parafilia principalmente masculina. Freud explica que el fetichismo caracteriza la libido masculina ya que los hombres, de una forma más o menos consciente, buscan un rasgo distintivo que haga deseable a su compañera.  Lemjil considera que el fetichismo se refiere a necesidades sexuales y fantasías con objetos exclusivas en hombres.  También el psicólogo austriaco Josef Rattner coincide con Freud y Lemjil y explica que en la mayoría de los casos los pacientes son varones y agrega que al fetichista no le excita ni sexual ni eróticamente la mujer.  Lo que al fetichista le excita es un objeto sustitutivo.  La relación persona-persona que se suele llamar amor, el fetichista la cambia por la búsqueda apasionada de objetos que lo estimulen y que le recuerden lo femenino.  El fetichista no se siente atraído por el otro sexo como tal sino por una parte o por un objeto representativo de aquel.  El fetichismo deja entonces de ser un trastorno sexual y se convierte en una “enfermedad” de la relación humana, en donde la persona fracasa en la tarea de dar sentido y contenido a la vida, sustituyendo el amor por un objeto.

Por otro lado, Adler fue uno de los primeros en referirse la autoprotección neurótica como causa de las tendencias fetichistas.  Para Adler, el fetichismo no resuelve sino un aspecto parcial de un problema existente y tiene como finalidad superar por una vía anormal sentimientos de inferioridad.  Para él, el comportamiento fetichista es un mecanismo de seguridad del que se sirve la personalidad neurótica y que reduce la realidad amorosa.  El fetichista tiene angustia ante el otro y ante el amor y por eso huye a refugiarse en los objetos excitantes.  Para el modelo adleriano, los trastornos sexuales son desórdenes de lo neurótico que suponen un arreglo inconsciente para que la persona se sienta importante ante sus sentimientos.  Adler afirmó que el sujeto fetichista depende de objetos porque tiene la finalidad inconsciente de librarse de su compañero por temor y por sentimientos de inferioridad.  

El psiquiatra alemán Emil Von Gebsattel también atribuye el gesto fetichista a un escape del amor.  Esto quiere decir que el fetichista evita el auténtico encuentro con el compañero y en su lugar entabla una relación con un objeto que aminora la angustia y que no pone barreras a sus fantasías de grandeza.  Según él, el fetichismo no llega a constituir un nosotros erótico-sexual ya que la sexualidad no se despierta sino frente a una parte de la personalidad ajena.  El fetichista experimenta en él un no-yo y de ninguna manera un verdadero tú, pero sí un pseudo-tu.Teóricos como los ya mencionados Josef Rattner y Sigmund Freud, sostienen que el fetichismo está ligado a experiencias infantiles que producen fijaciones en las personas que más adelante resultan en fetiches.  Afirman que el instinto sexual se forma por ley natural a través de la niñez y que las perversiones como las neurosis resultan de experiencias infantiles. Para ilustrar esta explicación vamos a referirnos al neurólogo alemán J.H. Schultz, quien cuenta el caso de un fetichista para quien el tubo de escape de los camiones de carga se convirtió en una fuente de excitación sexual.  Este fetiche, según Schultz, estaba relacionado a una experiencia sexual infantil donde la abuela del fetichista dejaba escapar sus gases ante él sin la menor reserva. Esta experiencia fue tan impresionante que constituyó en él el fundamento del peculiar fetiche que luego le causó problemas legales al poner en práctica esta conducta públicamente.

Distintas son las características que se les atribuyen a los fetichistas y en general a los individuos con una perversión sexual evidente.  Se observan en los pervertidos sexuales todos los rasgos característicos de la neurosis como: susceptibilidad, impaciencia, inclinación a explosiones afectivas, avidez y tendencia a justificar su perversión atribuyéndola a un impulso irresistible.  (Adler, 1935).  El médico y psicoanalista  austriaco Wilhelm Stekel concluye una de sus obras describiendo el carácter del fetichista como el de una persona que huye de la mujer o la desprecia; que padece de un infantilismo psicosexual, el mismo que descarga en sus fantasías masturbatorias; y que tiende a experimentar de nuevo el placer infantil prohibido, lo que lo empuja a la realización de actividades impulsivas.  El fetichismo es para él una neurosis obsesiva complicada que también sirve a tendencias ascéticas.  Es placer y penitencia al mismo tiempo.  El fetichista es un soñador diurno que realiza sus actos impulsivos en una especie de estado crepuscular.  Es propio del amor normal cierto grado de fetichismo, sobre todo en aquellos estadios del enamoramiento en los que el fin sexual normal.

Catalina Ávila Ángel
Estudiante de quinto año  
de Psicología Clínica  de la  Universidad Espíritu Santo 
 

Ilustraciones: Michal Sosna

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