martes, 9 de diciembre de 2014

MIEDO A LA LIBERTAD

EL TEMOR, LA ANGUSTIA Y LA RENUNCIA DE LIBERTAD EN LA ERA MODERNA 

A grandes rasgos según Freud, el hombre en cuanto fundamentalmente malo, debe ser domesticado en su naturaleza e instintos. La represión de los factores filogenéticos e impulsos son sublimados en forma de cultura. A mayor presión sobre el individuo mayor  civilización y neurosis (malestar). Sin embargo, su carácter estático requiere de una revisión previa. Desde esta perspectiva, Fromm sugiere comprender las necesidades del hombre como  socialmente dadas: “las inclinaciones humanas más bellas, así como las más repugnantes, no forman parte de una naturaleza humana fija y biológicamente dada, sino que resultan del proceso social que crea al hombre. En otras palabras, la sociedad no ejerce solamente una función de represión –aunque no deja de tenerla-, sino que posee también una función creadora”.  
El hombre se integra con otros por medio de la imposición de rol y la división del trabajo. Todo nacimiento y posterior evolución se encuentra condicionado a la imposición cultural y a las normas de  la sociedad en la cual está inserto (soledad moral). El grado de su integración es fundamental para comprender la salud mental. El mayor temor en el hombre es el aislamiento. Hablamos de un sentimiento de horror a la soledad. No obstante, Fromm le atribuye erróneamente a esta necesidad  la categoría de “ley”; he aquí el error capital que luego discutiremos en la obra del nuestro autor. La tesis central de Fromm es que “el hombre, cuanto más gana en  libertad, en el sentido de su emergencia de la primitiva unidad  indistinta con los demás y la naturaleza, y cuanto más se transforma en  individuo, tanto más se ve en la disyuntiva de unirse al mundo en la espontaneidad del amor y del trabajo creador o bien de buscar forma de seguridad que acuda a  vínculos tales que destruirán su libertad y la integridad de su yo individual”.  


A medida que el niño comienza a cortar los vínculos primarios, mayor es su propensión a la autonomía y a la independencia. A esto se lo conoce como proceso de individuación. Pero también  es necesario notar que a medida el sujeto evoluciona crece el sentimiento de ser-individual, y en consecuencia mayor es la tendencia a la soledad. Si una vez rotos los vínculos primarios que daban seguridad, el sujeto no puede resolver los problemas que acarrea el abandono del útero materno, caerá en una necesidad de sumisión caracterizada por un constante sentimiento de inseguridad y hostilidad.  

Por medio de la sumisión el sujeto intenta evitar la angustia a ser excluido. Al respecto Fromm aclara “la individuación es un proceso que implica el crecimiento de la fuerza y de la integración de la personalidad individual, pero es al mismo tiempo un proceso en el cual se pierde la original identidad con los otros y por el que el niño se separa de  los demás. La creciente separación puede desembocar en un aislamiento que  posea el carácter de completa desolación  y origine angustia e inseguridad intensas, o bien puede dar lugar a una nueva especie de intimidad y de solidaridad con los otros”.  

En perspectiva, a diferencia de Hobbes y más en concordancia con Spinoza, Fromm estudia “un miedo” que se torna asfixiante para la libertad del hombre político. El autoritarismo tiene un fundamento en el miedo a ser libre, a ejercer la libertad y la angustia  que deriva luego de la indecisión. Con un análisis convincente de los regimenes totalitarios  fascistas pero también capitalistas, Fromm abre la puerta para una nueva interpretación. El hombre se debate sobre dos tendencias, una al amor a la vida y la otra a la destrucción (necrofilia). Si bien el autor sigue en parte la perspectiva hobbesiana sobre “la guerra de todos contra todos” introduce nuevos elementos en el análisis como la angustia ante la predestinación que conlleva la idea de un sobre-excitación y constante movimiento propio del calvinismo y el luteranismo en el sentido weberiano. Esta tendencia es la base psico-social para el advenimiento del capitalismo moderno.
El autor ve en el mito judeo-cristiano de Adán y Eva el símbolo fundador de la libertad y la angustia que por medio del pecado significa para el hombre verse a merced de las fuerzas naturales. Misma inferencia hace Fromm sobre el pasaje de la edad media,  en donde la religión acaparaba para sí todas las funciones y privilegios  del Estado, hacia el renacimiento y luego a la modernidad en donde “la muerte de Dios” le puso fin a la seguridad propia del hombre. La sociedad medieval, en comparación con la moderna, se caracteriza por una falta sustancial  de libertad. Un artesano nacido en esta época no aspiraba a desplazarse grandes distancias lejos de su lugar de nacimiento, siquiera a cambiar de profesión y/o de residencia, mucho menos cambiar de “clase social”. 

El rol adscripto que se le asignaba al europeo medieval era inamovible. Lejos de ser una edad oscura para el hombre, su arraigo a la tierra lo mantenía seguro de sí y de sus seres queridos. El renacimiento y luego la modernidad no sólo cambiaron para siempre las estructuras elementales y los lazos sociales medievales, sino que  pusieron al hombre en una situación de libertad pero a la vez de considerable vulnerabilidad.



Maximiliano E. Korstanje
Universidad de Palermo, Argentina
     
                                                                                                                                                 Ilustraciones: Jan Gruml

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