sábado, 20 de diciembre de 2014

LA SOBERBIA INTELECTUAL

LOS PECADOS DE LA FILOSOFÍA
 
La especialización puede ser una gran tentación para el científico. Pero para el filósofo es un pecado mortal.
                                    
 Karl Popper

Nada es más revelador de la propia concepción de la filosofía de Popper que enumerar los pecados y las tentaciones más comunes a las cuales está expuesto el filosofar. Esto es, antes de configurar una imagen de lo que la filosofía es o debe ser, debemos revisar aquello que no es o no debe ser. 

Pero antes de hacer esa enumeración cabe destacar que los peores pecados del filósofo, y los más frecuentes, son la especialización y la soberbia intelectual, pecados estos que derivan de esa visión elitista y antidemocrática que antes mencionamos y que surgen a partir de su profesionalización. No niega que cierto grado de especialización, en lógica y metodología por ejemplo, ha permitido resolver problemas técnicos o específicos. Sin embargo, encerrar a la filosofía dentro de un dominio especializado o convertirlo en una disciplina científica, como quería el positivismo lógico, constituye un grave error. La filosofía no debe ser más precisa o exacta de lo que sus propios asuntos requieren, como veremos más adelante en el punto 7.

Por otro lado, la manía de usar un lenguaje engorroso, abstruso y hermético, de usar una “jerga altisonante” o “grandes palabras”, de usar esa “filosofía oracular”, constituye otro de los pecados más frecuentes de los filósofos y revela esa soberbia intelectual y aires de superioridad con la cual a menudo se identifica al filósofo. Ese lenguaje ambiguo y confuso revela, con mucha frecuencia, una falsa erudición y suele utilizarse para protegerse de la crítica racional. En cambio, la claridad del lenguaje hace posible esa crítica y no está o no debe estar reñida con la profundidad del análisis ni con la importancia o relevancia del tema. A continuación enumeramos los pecados más frecuentes en los que incurre la filosofía.
1) La filosofía consiste en resolver “acertijos lingüísticos”. Para Popper, esta visión rebaja la filosofía a mera actividad de aclaración de los juegos del lenguaje en el que surgen los diversos “puzzles” filosóficos y, peor aún, niega la existencia de problemas genuinamente filosóficos. Estos juegos de lenguaje están encarnados en formas de vida y pueden ser comprendidos solamente si se comparten estas formas de vida. Esto da origen a lo que Popper llama “el mito del marco común” y desemboca en el relativismo, el subjetivismo y, en definitiva, el irracionalismo. Buena parte del conocido debate Popper vs. Kuhn sobre la ciencia tiene que ver con este punto. Como el punto 6, está fuertemente asociado a la filosofía tardía de Wittgenstein. 

2) La filosofía es una serie de obras de arte, de asombrosas y originales imágenes del mundo, de formas inteligentes e inusuales de describir el mundo. Podríamos calificar a esta versión de expresionista o esteticista. La filosofía es una expresión del filósofo y de su búsqueda de crear obras de arte filosóficas, lienzos hermosos y originales. Platón sería quizás el filósofo más representativo de esta visión esteticista de la filosofía según Popper, del filósofo-artista. De allí el utopismo y perfeccionismo que desembocan finalmente en medios totalitarios de control social.

3) La verdad de la filosofía es un subproducto del desarrollo de los diversos sistemas de ideas, una suerte de desarrollo dialéctico del filosofar, en el cual el último sistema supera y mantiene las verdades parciales de los sistemas de ideas anteriores. Esa es la visión que tenía Aristóteles de los presocráticos y del propio Platón o la que tenía Hegel de su propia filosofía. Para Popper esta visión no hace justicia a los precursores de los cuales surge, como el caso de los presocráticos o como el caso de la filosofía kantiana en relación con Fichte y Hegel. La filosofía es un intento por clarificar, analizar o definir conceptos, palabras o lenguajes. Como en el primer punto, la aclaración del lenguaje puede tener un valor propedéutico o preliminar, pero no puede ser el fin último de la filosofía. Aunque en la filosofía popperiana el lenguaje desempeña también un papel fundamental y está en la base de su teoría acerca del Mundo, esta visión puramente lingüística del filosofar conduce casi siempre a la esterilidad y al escolasticismo, al aislamiento y a la trivialización. 
La filosofía se ocupa de problemas reales y no meramente lingüísticos o verbales. Preguntas como “qué es” o “cómo se define” algo no suele llevarnos muy lejos. Ese “esencialismo metodológico” en el que el filósofo es visto como una especie de cazador de esencia puras, de verdades eternas e inmutables, no sólo es un ejercicio inútil sino también bastante peligroso, en la medida en que ve la filosofía como la posesión de verdades permanentes, en lugar de la búsqueda permanente de la verdad. Esta visión de la posesión de la verdad y de “la justa visión del mundo” o del “mundo sub especie aeterni” (Wittgenstein) suele estar acompañada de una visión mística. Este esencialismo metodológico suele venir acompañado también de una visión historicista, en la que la pregunta capital es ¿de dónde surge o cuál es el origen de algo? De nuevo se trata de preguntas que debemos hacernos cum grano salis, pero sin pretender que agotan la pesquisa del filosofar. 

5) La filosofía es una manera de ser inteligente. Aunque ello no merece mayores comentarios para Popper, entendemos por esto que el filósofo no debe sentir el prurito de aparecer siempre inteligente, como alguien que tiene una respuesta aguda para todo. De hecho, el filósofo no debe sentir temor a reconocer su ignorancia, no debe sentir reticencia a afirmar ignoramus –no sabemos– o incluso ignorabimus –nunca sabremos. Si la soberbia intelectual es uno de los pecados más comunes del filósofo, una de sus mayores virtudes es la modestia intelectual.
 
6) La filosofía es una suerte de terapia para ayudar a la gente a resolver, o mejor disolver, sus perplejidades filosóficas. Como en el punto 1 y parcialmente en el 4, la filosofía carece de problemas propios, son más bien pseudoproblemas que tienen su origen en el mal uso del lenguaje, surgen cuando “el lenguaje se va de vacaciones”,en la conocida expresión de Wittgenstein. Sin negar que este pueda a veces ser el caso, no se puede reducir la filosofía a una cura de las perplejidades filosóficas. Es muy posible que esa cura, de ser posible, arroje el agua sucia junto con el bebé. El propio Wittgenstein se mantuvo atrapado como la mosca en la botella, se mantuvo embistiendo contra los propios límites del lenguaje y hablando acerca de una serie de cosas sobre las cuales no se podía hablar o se debía mantener en silencio. Para Popper Wittgenstein era un caso wittgensteiniano, así como Freud era un caso freudiano. 
7) La filosofía es el estudio de cómo expresar las cosas más precisamente o más exactamente. Esta visión está estrechamente vinculada con el punto 4, con la idea de que los problemas filosóficos se resuelven una vez que damos una definición precisa y exacta de los conceptos en juego. Esta búsqueda de precisión y exactitud no puede tampoco convertirse en el fin último del filosofar y debe ser aplicado también cum grano salis. Este desiderátum no puede ir más allá de lo necesario para el tratamiento de los problemas filosóficos. En este punto nuestro autor coincidiría parcialmente con Wittgenstein II y su crítica del carácter universal de estos conceptos de precisión y exactitud al margen del tema considerado.

8) La filosofía suministra los fundamentos o el marco conceptual para resolver problemas presentes y futuros. Contrariamente, la filosofía popperiana reconoce la imposibilidad de encontrar fundamentos últimos del conocimiento; la propia base científica está sostenida en una suerte de pantano móvil, es una suerte de palafito que debe ser revisado permanentemente. Igualmente se opone a toda concepción de un método infalible y completamente seguro para la resolución de problemas, más allá de ciertos ámbitos de la matemática y la lógica.

9) La filosofía es una expresión del espíritu de su tiempo o Zeitgeist hegeliano. Esta concepción de la filosofía es errada y confunde verdad o valor con moda o actualidad. La filosofía, como la ciencia, está a menudo sometida a modas, pero debemos combatir las modas en lugar de aceptarlas de modo acrítco. El “espíritu de la época” con frecuencia no es precisamente lo más elevado, sino todo lo contrario. 
Carlos Blank
Universidad Central de Venezuela
Fotografías: Will Wardy

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