lunes, 22 de diciembre de 2014

EL INTELECTO CALCULADOR DE LA FRÍA RAZÓN

EMOCIONES Y AUTOEXAMEN RACIONAL



La concepción general de las emociones que Nussbaum plantea hunde sus raíces en las ideas que Aristóteles y los estoicos romanos tienen al respecto, y, toma más bien cierta distancia con relación a Sócrates y Platón, en cuanto ellos consideran que las emociones poseen un carácter esencialmente irracional. Por el contrario, según el estagirita, el componente cognitivo acompaña a nuestras emociones en la medida en que son parte importante del proceso de deliberación práctica. Para el discípulo de Platón, las emociones tienen un objeto intencional, en el que “su rol en la emoción depende de la manera en que lo ve y lo interpreta la persona que experimenta la emoción”.

Así, en el supuesto caso en el cual una mujer siente temor ante su propia muerte a manos de su esposo, el objeto de la emoción es la muerte a manos de su esposo. La mujer que experimenta esta emoción así lo ve y lo interpreta. Dicha creencia puede estar fundada razonablemente o no, por ejemplo, conforme a los rumores que ha escuchado al respecto, o más aún, si ella ha sido víctima de maltrato por parte de su esposo. La mujer en cuestión puede llevar a cabo por sí misma una evaluación con relación a la emoción que manifiesta, pero la parte valorativa le concierne al espectador.

Para Aristóteles no hay una separación tajante entre la facultad cognitiva y la facultad sensitiva, sino que existe una cooperación entre las dos a través de la cual la primera, siempre y cuando esté informada apropiadamente, es capaz de sacar conclusiones del trabajo de los elementos de la segunda. De acuerdo con esto, la deliberación no es una cuestión únicamente de orden racional, sino que exige la participación de las emociones. En esa medida, para Aristóteles una acción es más virtuosa cuando involucra la parte emotiva que cuando prescinde de ella: “si yo ayudo a un amigo insensiblemente, soy menos digno de alabanza que si lo hago con el amor y la compasión apropiados”.
Ahora bien, Nussbaum sigue a los estoicos romanos en cuanto a que ellos consideran que las emociones están estrechamente vinculadas a los pensamientos, contrario a lo que pensaba Kant, para quien los sentimientos deben ser suprimidos en el ejercicio de la racionalidad. Sin embargo, Nussbaum es partidaria, al igual que los estoicos romanos, de la práctica ciudadana del autoexamen socrático, lo que realmente los hará libres y comprometidos con la democracia. Este ideal se ve reforzado con la educación de las emociones, lo cual debe empezar desde temprana edad, pues:

(…) las raíces de las pasiones son enseñadas tan tempranamente en la educación moral de un niño que el adulto que emprenda una educación estoica tendrá que trabajar toda su vida contra sus propios hábitos e  inclinaciones basados en desaprender los hábitos arraigados desde la infancia respecto a las pasiones y las emociones.
La estrecha relación entre el autoexamen socrático y las emociones se manifiesta en la necesidad de construir una ciudadanía universal que requiere de la implementación de instituciones justas que propendan por la igualdad humana. Por eso es necesario que para la estabilidad de éstas, exista una educación que haga énfasis en la psicología moral de los ciudadanos. De lo contrario, las sociedades se concentrarán en la formación de ciudadanos empecinados en cultivar el intelecto calculador de la fría razón instrumental. Si no se tuviera en cuenta la relación de las creencias con las emociones, si a éstas se las consideran como “(…) simplemente impulsos irreflexivos, como corrientes eléctricas, entonces un padre o un maestro sólo podría influir en las emociones de un niño a través de un proceso de condicionamiento de su conducta, a la manera como se le enseña a una rata a recorrer su laberinto”
Si los mecanismos que han permitido el progreso moral de la humanidad, según Kant, han sido la guerra y el conflicto, para los estoicos existe un mecanismo de cooperación y ayuda mutua innato que conducirá a los seres humanos a erradicar la guerra y reducirá el número de conflictos.



Carlos Alberto Monroy Sánchez
Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia. 
Magíster en filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana

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