lunes, 8 de diciembre de 2014

NO HAY FUNDAMENTOS QUE LEGITIMEN LA DESIGUALDAD


ALGUNOS EJES DE LA LÓGICA DEL PATRIARCADO: LA “DIFERENCIA”


Dentro de los distintos puntos de vista que dentro del desarrollo histórico del feminismo se fueron construyendo, el concepto de patriarcado o de desigualdad, tuvo distintas significaciones y distinto peso en sus desarrollos. Según el feminismo radical, el patriarcado es una situación de dominación sistemática en la que los hombres particulares son los agentes activos de la opresión sufrida por las mujeres.
Según este enfoque, Alicia Puleo (1995) menciona los que considera los aspectos principales del patriarcado: “los hombres tiene intereses específicos que les llevan a ocupar ese papel: la sexualidad (en tanto obtención del placer) y la reproducción (producción de los hijos). Pero no por ser estas dos las que consideran las principales, dejaron de lado otros aspectos de dominación patriarcal como el laboral (explotación del trabajo doméstico no pagado)
extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino, etc.” Cuando Kate Millet en 1970 (“Sexual Politics”) revoluciona la concepción de los espacios públicos y privados al decir que “lo personal es político”, está diciendo que los actos desde los que se ejerce el dominio y el poder, se ejecutan en los actos cotidianos en apariencia privados y personales.
Retomando lo dicho anteriormente desde nuestra concepción, la relación entre lo macro social y lo micro social, entre la formación social hegemónica y las prácticas efectivas que dicha formación social determina en la vida cotidiana de las personas, en la intimidad de las subjetividades, es de interdependencia e interdeterminación. Decir que es una “política”, implica decir que depende de un proceso de construcción socio histórico, y por tanto no hay ninguna cuestión de esencias (masculinas o femeninas) ni fundamentos incuestionables que legitime situaciones de desigualdad.
 Ahora bien, hablamos de categorías que en sus corrientes de sentido determinan un sentido imaginario sobre lo que las cosas son. Es decir, una manera de pensar el continuo de la realidad con construcciones discretas sobre la misma. Nunca se mira desde una mirada ingenua, aunque esa misma mirada se naturalice al punto de hacerse automática e irreflexiva.
¿Desde qué lógica se construye la diferencia de los géneros? ¿Desde qué recortes de los atributos de la realidad se vale el patriarcado para la construcción de la diferencia? Ana María Fernández (1994) nos dice que desde una lógica “Atributiva, Binaria y Jerárquica”.
a. “Atributiva, en tanto que otorga, atribuye a los predicados del sexo masculino la propiedad del modelo humano (hombre = Hombre) el otro género se constituye por tanto en términos de negatividad.”
Es decir, lo humano será “esencialmente” lo masculino, él será la medida de todas las cosas y modelo positivo de lo valioso. Solo desde lo masculino se puede pensar lo positivo. Al quedar abolida la posibilidad de una diferencia en igualdad, el hombre es el único lugar desde el que se pueden realizar “enunciados verdaderos”, por ende será el modelo de sanidad, honorabilidad, ética y de derecho. Por tanto todo lo que no posea los atributos de “hombre” se transforma en margen, en abismo. Esto genera el androcentrismo del patriarcado, donde la mirada masculina es el centro de interpretación de la realidad.
b. “Binaria, ya que alterna solo dos valores de verdad siendo
necesariamente uno verdadero y otro falso (no es A y B, sino A y no A)”.
Si el valor y la definición de lo que es en positivo es lo masculino, se valorará desde allí cualquier diferencia, es decir, se medirá lo femenino en comparación con lo masculino. No hay posibilidad de pensar distintos valores de verdad sino que se construye una dicotomía A o no A, posee el atributo o no lo posee. Las diferencias entonces se organizan en una lógica binaria: activo – pasivo, fuerte – débil, racional – emocional, público – privado, sujeto sexual – objeto sexual, sujeto de derecho – objeto de derecho, etc., quedando claro cuáles son los atributos de lo humano.
c. Y esta lógica es jerárquica “en tanto transforma uno de los dos términos en inferior, complemento o suplemento, negativo de aquel que lo hegemónico señala como lo uno, en tanto tal, falso y en tanto tal inferior”.
Si el valor de verdad lo da el ser del hombre, en tanto hombre = Hombre, las características binarias que pertenezcan al hombre tendrán una jerarquía superior. El otro se transforma en complemento o en suplemento.
Desde aquí se construye la “noción de inferioridad”, que da lugar a la misoginia, y la ilusión de complementariedad, desde la situación mencionada de que solo hay dos lugares. Desde el mismo razonamiento es “homofóbico” ya que no hay valor de verdad para lo que no cumple las categorías de lo masculino hegemónico. Siguiendo lo propuesto por A.M. Fernández  La oposición entre lo público y lo privado entró en la lista de polaridades, junto con razón – sentimientos, inteligencia – intuición, palabra – emoción, poder – afecto, producción – consumo, eficacia – donación. Todos los últimos términos de esas polaridades se hallarían regidos por el principio constitutivo de la moderna vida privada: la sujeción de la mujer a la familia, a través del ingreso del hombre a la producción de lo público, sea por medio del trabajo, del poder o del lenguaje. La mujer a cambio se hallará a cargo de la producción del mundo privado y la racionalidad del espacio que es la de los sentimientos.
Alfredo Waisblat  Wainberg y Ana Sáenz Berbejillo
Jornadas “Roles masculino y femenino a debate”.
Bilbao, enero de 2011.
FotografíasSonia & Mark Whitesnow

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