martes, 16 de diciembre de 2014

EL SENTIDO DE PENSAR O PENSAR CON SENTIDO

EL PENSAMIENTO Y LA PARTICIPACIÓN PUBLICA

En la obra arendtiana, el pensamiento (Denken) es la actividad mental de la autorreflexión que busca el significado y su gran importancia en la vida privada y pública no radica en garantizar la altura óptima de algún ideal pero sí garantiza una actitud escéptica, que vale lo suficiente para cuestionar criterios banales de muchas ideologías y prejuicios que pueden llevar al egoísmo indolente, al ensimismamiento inerme o peor aún, a la crueldad. Asumir una actitud crítica ante la vida no es poca cosa si reparamos en la ambigüedad de muchos de los criterios por los que se puede atentar contra la vida y contra la dignidad.
“Si el pensar –el dos-en-uno del diálogo silencioso- actualiza la diferencia dentro de nuestra identidad, dada en la conciencia, y por ello produce la conciencia como su subproducto, entonces el juzgar; el subproducto del efecto liberador del pensar, realiza el pensamiento. (…) Y esto, en los raros momentos en que se ha alcanzado un punto crítico, puede prevenir catástrofes, al menos para mí”.
Arendt distingue el pensamiento de cualquier otra forma de conocimiento. El objetivo del conocimiento es la verdad y de tal búsqueda surgen las ciencias mientras que el pensamiento busca el “significado” en el sentido kantiano, según la autora. Arendt equipara el significado con los conceptos kantianos “fin” (Zweck) y “propósito” (Absichtt). Y en este sentido, considera que el pensamiento no pregunta qué es algo o si existe, sino qué significa para sí misma que exista. El pensamiento decide qué merece la pena conocer y tal decisión no puede ser científica. Pensar es especular con sentido. Y cómo el sentido de la vida o de tal experiencia es algo estrictamente personal y subjetivo, por eso mismo, cuando dicho sentido va más allá de cualquier interés privado y pretende algo más universal, sea la verdad, la belleza o algún otro ideal, pudiera interpretarse como revelación de cierta condición divina en lo humano, llámese nous, lo a priori o algo más. Arendt lo asocia al eros:
“Concluimos que sólo la gente inspirada por este eros, este amor deseoso de sabiduría, belleza y justicia, es capaz de pensamiento –esto es, nos quedamos con la naturaleza noble de Platón como un requisito para el pensamiento“.
Para la filósofa de Königsberg el pensamiento es autosuficiente, no depende de la opinión de los demás como el juicio. Si el pensamiento requiere algo, en todo caso será a la memoria para recordar y replantearse lo acontecido repetidas veces; y en este sentido, pensar es re-pensar y post-pensar. Y al replantearnos una y tantas veces algún problema o alguna idea, de una u otra forma, uno acaba reviviendo el pasado como si uno estuviera agradecido de haber vivido tal situación. Tal vez por eso Heidegger consideraba que denken (pensar) y danken (agradecer) esencialmente eran lo mismo.
El pensamiento se mueve entre universales y esencias invisibles, no produce resultados concretos; es fuente incesante de preguntas sin respuestas Arendt compara el proceso de pensar con el perpetuo tejer y destejer de Penélope. Esta capacidad no descubrirá de una vez por todas lo que sea el bien y el mal ni proporciona algún mandato o proposición moral, no confirma más bien disuelve las reglas de conducta establecidas. Pero entonces ¿para qué sirve? que el pensamiento o los grandes pensadores no puedan dar respuestas absolutas a los principales cuestionamientos humanos pudiera desanimar cualquier búsqueda al respecto. Arendt desconfía que pueda existir alguna forma de conocimiento que alcance la verdad absoluta y más aún, considera pedantes y peligrosas a los pilares de la verdad (bien, civilización, progreso, honor, etc.) si muchos de ellos han legitimado injusticias, muertes y guerras. “Los errores más terribles han sustituido a las verdades más conocidas”. Arendt no pretende prescribir valores sino subrayar la aptitud para interrogar todo valor, aptitud que constituye el carácter fundamental del pensamiento.
“No puedo decirles clara y explícitamente –y odiaría hacerlo- cuáles son las consecuencias para la política actual del modo de pensar que intento, no adoctrinar sino suscitar o despertar entre mis estudiantes. Pero esperaría que aquellas cosas extremas que son la consecuencia concreta de la falta de pensamiento no puedan aflorar”.

La aptitud para interrogar cualquier valor, pensar y repensar en estas cosas impide tener una actitud totalmente pasiva, sumisa u obediente hacia lo que digan los demás y permite a la vez, ejercer el derecho a la denuncia y a la crítica, que viene muy bien para la efectividad de los derechos humanos. La conciencia de sí no es lo mismo que el pensamiento pero sin ella el pensamiento no sería posible, pasa que el pensamiento es un diálogo interior con uno mismo que construye poco a poco una voluntad autolegisladora, lo que garantiza cierta autonomía.
Autonomía que se construye mediante criterios hilvanados a uno mismo que derivan por suerte en “compromisos con uno mismo”. El ser más autónomo es el ser más comprometido. Por el contrario, la falta de pensamiento facilita la heteronomía, con lo cual, expone la propia vida a normas y preceptos externos, de la calidad que sean. ¿Qué podría esperarse de alguien que acepta cualquier idea, que cree cualquier cosa? sería como pactar con niños, Kant consideraba “minoría de edad” a la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro.
Según Arendt, a lo largo de la historia los menos inclinados al pensamiento fueron generalmente los más dispuestos a obedecer, los que abrazaron con más firmeza el viejo código fueron también los más ansiosos por asimilar el nuevo código, mientras que quienes parecían los elementos menos fiables del antiguo orden fueron los menos dóciles. De lo que podríamos inferir que pareciera más confiable aquel que ejerza su pensamiento con autonomía y habría que ver la rareza de tal condición. No es gratuito que Lutero dijera que “el hombre necesita de Dios porque necesita de alguien en quien confiar”.
Mientras que Arendt se queda en el mundo humano contingente para encontrar a alguien en quien confiar, siempre que ese alguien sea, por supuesto, un ente pensante. De hecho, Arendt confía en el ser humano, desde el momento en que reivindica afectos y lazos entre los hombres, como la philía, la solidaridad, la promesa y el perdón; pero estos son temas que abordaré en el tercer capítulo.
Por lo pronto, sólo me interesaba dejar ver que las relaciones humanas personales y públicas son auténticas y confiables si y solo si las han creado entes con autonomía de pensamiento; de otra forma, tendríamos diplomacia, patrimonialismo o servilismo, pero no relaciones humanas dignas, ni auténtica participación política.
 “La ausencia de pensamiento es un factor poderoso en los asuntos humanos, desde el punto de vista estadístico el más poderoso, y no sólo en la conducta de la mayoría, sino en la de todos”.
Sissi Cano Cabildo
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, FACULTAD DE FILOSOFÍA
Fotografías:   Brad Howell

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