lunes, 8 de diciembre de 2014

DESEO DE DESEO

Julian Hibbard

Sobre el deseo
Si el deseo es reconocer una falta que no cesa de insistir para que tratemos de cubrir lo que no se tiene. Es la fantasía que suele ser poco realista la que momentáneamente aparece en un intento vano por cubrir la falta, porque en el instante mismo en que se consigue lo que se buscaba, ya no se quiere, no se puede desear más; para que el deseo pueda seguir existiendo necesita que sus objetos estén permanentemente ausentes, no es eso lo que se desea, sino la fantasía de eso, o sea que el deseo se sustenta en fantasías utópicas.
Lo que Lacan nos dice es que vivir acorde con los deseos, no nos hará felices. Ser enteramente humano significa esforzarse por vivir de acuerdo con ideas e ideales y no evaluar la vida por lo que se haya obtenido en cuanto a los deseos, sino por aquellos breves momentos de integridad, compasión, racionalidad, incluso de abnegación. A la larga, la única manera de evaluar la relevancia de nuestra vida, es valorar nuestro paso en relación a la vida de otros. Es decir, quizá sólo seamos verdaderamente felices cuando soñamos con la futura felicidad.
Suele ser más rico desear y fantasear, que lograr lo deseado: el encanto se rompe. Entonces cuidado con lo que se desea, no por conseguirlo, sino porque estamos condenados a no quererlo más en cuanto lo tengamos.
El deseo siempre ha sido asediado por la pulsión de muerte. Su allanamiento, su aplastamiento se incrementa cuando el sujeto sólo se trata de ubicarlo en la consecución de objetos materiales y no en la creación de lazos sociales. Para ello se justifica en los otros, son los otros, su forma de ser o de vivir lo que lo pone a distancia, lo que lo aterra y perjudica, así como la ominosa idea de sentir que no puede sostener el deseo o el amor de su pareja. Julian Hibbard.
Es esta idea perseguidora que cuestiona al sujeto, que atenta contra su narcisismo que le dibuja un ser con carencias y en falta. Una falta que es difícil de asumir y que prefiere ponerla fuera de él. De esta manera sólo aplasta su deseo, lo hunde para no escucharlo, lo cubre con falsas ideas revestidas de un valor monetario, donde a veces sólo desea lo que el otro tiene o lo que los mercados le ofrecen, inundando así su deseo de cosas materiales y donde la ferocidad y voracidad de éstos lo convierten en consumidor compulsivo.
El cinismo, lo obsceno es una forma de nombrar este atropello, este allanamiento del deseo ante la globalización o estandarización de un mundo desarrollado. A nivel individual surge la envida, definida por los filósofos griegos como “dolor y coraje hacia la buena suerte de los semejantes”, sentimiento que se torna nocivo cuando se apodera de la tranquilidad de un ojos”, pues quien está invadido por ella mira de esta manera cualidades, éxitos o posesiones de los demás, lo cual le lleva a acumular rencor y profunda insatisfacción. Hoy se envidia el dinero, el éxito, la audacia, la inteligencia, el amor, el saber o lo que tiene el otro. El sujetose siente afectado porque se cree merecedor de lo mismo y  centra su deseo en lo ajeno materializado.
Julian Hibbard,
Deseo
Lacan nos planta en una primera acepción sobre el deseo en los sujetos diciendo: “el deseo es deseo del otro”, que se intensifica ante la inaccesibilidad del otro, ante su prohibición. En
una segunda significación toma el otro como genitivo, es menos evidente. No deseo sólo al otro, deseo también el deseo del otro, busco su deseo hacia mí, así como su reconocimiento.
En el interior de una dialéctica dual, este reconocimiento no será nunca suficiente. Puesto que una relación dual, en espejo, no sufre falta, de manera que este reconocimiento deberá continuamente ser confirmado y ratificado.
De acuerdo con Paul Verhaeghe (2001), la primera significación tiene su origen en la relación madre-hijo, que se repite en todas las relaciones interhumanas imaginables. Las quejas que resultan de ella nos conducen a la segunda significación –el deseo de ser deseado- es en relación al sexo. Del lado de la mujer es común escuchar: “no es a mí a quién desea sino a mi cuerpo. No soy más que un objeto para él”. Del lado hombre: “No me desea. Siempre debo tener yo la iniciativa” el malentendido vira a la caricatura cuando sabemos que los dos desean de hecho lo mismo, salvo que lo exteriorizan de manera  distinta. Ambos desean ser deseados por el otro, y ambos interpretan el comportamiento de su partenier como un rechazo. Esto se constituye para ambos en fuente de sufrimiento. 
No20
El deseo pasa necesariamente por el del otro. Por consiguiente, el campo del deseo se convierte en el campo de la identificación por excelencia. El sujeto se identifica con lo supone es el deseo del otro, a fin de hacerse desear por él o por ella. Los efectos que resultan del espejo no son únicamente abstracciones psicológicas.

Es regla que cada uno de nosotros esté dividido por diferentes deseos, que se remontan a diferentes figuras importantes. El proceso comienza muy temprano, con lo que nuestros padres quieren de nosotros. Hay que darse cuenta que sus deseos sobre nosotros no son necesariamente uniformes. Ello querrá decir, que al separarse del deseo del otro precedente permite alienarse al deseo de un “otro” que toma el relevo. Vemos así que la estructura del psiquismo es tal que el deseo será siempre tributario del deseo de otro, y que, por consiguiente es sobre eso que debe basarse la elección. ¿Hago mío el deseo del otro, sí o no? (Paul Verheaghe).
Entonces para el hombre que desea, no hay nada peor que la realización inmediata de su deseo. Veamos en sí que el deseo denota una falta e idea de demora. Desear entonces, viene a ser cultivar la falta y gozarla. Contrariamente al deseo está la pulsión que tiene como efecto apagarlo. Si el deseo tiene un objetivo, éste es precisamente el de conservar este fin intacto. El deseo sólo apunta a una cosa: su propia duración. Su objetivo es prolongarse: así
pues, es deseo de deseo. El placer que conlleva el hecho de desear es de otro orden que el que comprende su satisfacción. Desert Road & Powerlines
¿A qué obedece la pérdida de valor del objeto cuando se tiene? Tentativamente podríamos decir, que el objeto alcanzado no responde al tiempo invertido en su espera o a las fantasías forjadas en él. En el pasaje del deseo a su realización, se pierde algo que no podemos articular en términos de deseo, porque es necesario que el objeto falte para que éste sesostenga. Nunca se puede obtener al objeto, sólo se  del sujeto.
Sin embargo, es frecuente que el sujeto luego de elegir su objeto “a” causa de su deseo, pueda desencantarse de él y caer en la apatía, en el desinterés, en dejar de hacer poiësis y extraviarse en el proceso creativo que exige el amor y que aleja de la pulsión de muerte. El resultado será el desconcierto, el enojo, la separación, la muerte del lazo entre ellos. Es caminar a al sufrimiento, al dolor, a la pulsión de muerte.
La pérdida del objeto o el tiempo empleado en conseguirlo puede conducir al sujeto a la depresión. La queja que subyace en esto puede ser reducida a dos variantes: “No deseo más”, o “Nadie me desea”. El sujeto se siente vacío, insignificante, nulo, la vida se ha vuelto sin sentido. Para el sujeto depresivo, la dimensión del tiempo se desconecta, puesto que éste normalmente se mide en función del deseo. Faltan X días para “volverla a ver…”.
Sin este tipo de plazos, ya nada se mueve, todo está paralizado.
Paul Verhaeghe en 2001, nos dice que estas expresiones “No deseo más” y “Nadie me desea”, conducen a la dimensión capital del deseo, a saber, el otro. Cuando incluso el objetivo del deseo consiste en su mantenimiento, este objetivo debe necesariamente pasar por el otro. Hand.tif
Podemos decir entonces, todo deseo incluye siempre un rol al otro, por el otro o en contra del otro, pero nunca sin él. Cualquiera que sea el objeto o designio, el deseo está siempre atravesado por esta misma pregunta: ¿Qué lugar tengo en su deseo? ¿cuánto más puedo valer por estar incluido en el deseo del otro, al que yo dirijo mi deseo? Lacan afirma en el
¿qué me quiere el otro? Que sobre esta pregunta se apoya un fantasma característico propio de cada sujeto. En otro momento podrá preguntarse también: ¿Me quiere perder el otro?
Leticia Hernández Valderrama.                                                                                                                      
EL ALLANAMIENTO DEL DESEO O LA PULSIÓN DE MUERTE EN
EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Artículo completo: 
Fotografías: Julian Hibbard           
https://www.behance.net/gallery/1024869/More-and-More-of-Less-and-Less                                                                                                               

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